¿Por qué dioses tan sublimes como Yahvé y Alá se han tomado la molestia
de condenar una bestia inofensiva e incluso graciosa, cuya carne le
encanta a la mayor parte de la humanidad?
Los estudiosos que admiten la condena bíblica y
coránica de los cerdos han ofrecido diversas explicaciones. Antes del
Renacimiento, la más popular consistía en que el cerdo era literalmente
un animal sucio, más sucio que otros, puesto que se revuelca en su
propia orina y come excrementos.
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